– Cuando salgas a correr o en bicicleta y tengas la oportunidad de hacerlo, baña tus pies en ríos de agua fría. La recuperación muscular será más eficiente cuando tras un esfuerzo físico, «regalamos» a nuestra musculatura un baño de agua fría. Por eso es habitual ver a muchos deportistas de élite sumergirse en bañeras de agua con hielo después de las competiciones.

– Evita el uso excesivo de chanclas piscineras. Aunque el calor en estos meses nos incita a llevar los pies con este tipo de calzado, lo cierto es que la poca amortiguación y estructura de las chanclas favorecen la aparición de lesiones como la fascitis plantar. Trata de no abusar de su uso.

– Si vas a la playa a tomar el sol o a pasar el día a la piscina, no olvides aplicar crema solar también a tus pies. Con frecuencia son los grandes olvidados. Nos echamos crema protectora por todo el cuerpo excepto en los pies. Hazlo en la zona del empeine para evitar que la piel se queme.

– El calor y la humedad son los principales causantes de la aparición de ampollas. En verano, debido a las altas temperaturas, somos más susceptibles de sufrirlas. Si por tu trabajo tienes que pasar muchas horas con los pies en zapatillas, botas o zapatos, trata de usar un calzado más fresco cuando tengas ocasión. Mantener los pies encerrados tanto tiempo aumentará el riesgo de sufrir ampollas.

– Asimismo, por el propio calor, los pies tienden a dilatarse unos milímetros durante los meses de verano. Es probable que un calzado que no te de problemas durante el año, ahora pueda provocarte ligeras rozaduras. Ten en cuenta también este aspecto si vas a comprar unas zapatillas de correr para usar en verano, ya que tal vez debas plantearte elegir media talla más grande de la habitual.