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¿Por qué los alpinistas pierden los dedos del pie?

Seguro que más de una vez has escuchado o leído hazañas de alpinistas que han sufrido amputación de sus dedos del pie. Estas experiencias peligrosas, incluso a veces mortales, son extremadamente lesivas para el cuerpo humano, pues no está acostumbrado a someterse a temperaturas y condiciones tan adversas.

Estas amputaciones se deben al congelamiento que las bajas temperaturas provocan. Los pies, al ser una extremidad tan expuesta, son especialmente sensibles al frío.

La congelación es el enfriamiento de la piel y de los tejidos ocultos. Al principio, la piel se enfría mucho y se enrojece. Más tarde comienza el entumecimiento hasta que finalmente se endurece y adquiere un color pálido.

Pero, ¿y si llevo los pies bien protegidos? Si vas desprotegido evidentemente es más probable que sufras una congelación, pero hay veces que la piel que está protegida por calzado, guantes u otra prenda también es vulnerable.

Cuando el proceso de congelación avanza, comienza a dañar todas las capas de la piel. La piel se torna a un color más blanco o azulado y puedes sentir entumecimiento incluso perder toda sensación de frío, dolor o molestia en la zona dañada, lo que puede provocar que no nos demos cuenta de que estamos sufriendo una congelación hasta que ya es demasiado tarde. Pasadas las 24 – 48 horas, se forman ampollas. Después aparece el color negro, lo que significa que el tejido ha muerto.

El alpinista Carlos Soria en nuestra clínica
Carlos Soria en la cima del pico Lenin

¿Y por qué los pies?

Al igual que las manos o la nariz, son zonas sensibles a la congelación porque en ellos hay muchos vasos sanguíneos pequeños en los que influye la circulación de la sangre. Cuando hace frío, estos vasos sanguíneos se contraen, circula menos sangre y se enfrían.

En casos en los que la temperatura es extrema, la sangre del cuerpo se concentra en los órganos vitales, y las zonas más distales como los pies son carne de cañón para congelarse. Cuando las lesiones vasculares que provoca crean una necrosis, no queda más remedio que amputar.

En resumidas cuentas, el montañero debe ser consciente de lo que debe y no debe hacer, así como asumir que se expone a algunos riesgos, pero hay métodos para identificar y evitar la congelación.

¿Qué hacer?

Por un lado, es imprescindible vestir adecuadamente y acorde a las condiciones en las que nos vamos a desenvolver, prestando especial atención a los pies, las manos y el rostro. Además, la utilización de compresas térmicas puede ser de utilidad. Si notamos algún síntoma de congelación, intentar hallar un lugar caliente o sumergir la zona afectada en agua tibia puede ser de gran ayuda. Pero lo más importante es intentar buscar ayuda médica.

Ante la aparición de un sabañón (un grado de congelación menos grave), también es imprescindible no descuidarlo y tratarlo de forma inmediata. Es clave no retirar esta ampolla por nuestra cuenta y acudir al podólogo a la mayor brevedad posible.

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