Los pies de una persona que padece obesidad tienen que soportar un exceso de peso corporal que altera la forma de caminar, reduce la movilidad y afecta al equilibrio. De este modo, las articulaciones sufren esta carga extra generándose en muchas ocasiones inflamación en cadera, rodillas, tobillos e incluso en la espalda. Además, la obesidad puede condicionar la aparición de un pie plano acompañado de dolores que, si no se pone remedio precoz, puede ser irreversible.

Entre las patologías más comunes que puede provocar la obesidad en los pies, encontramos sobre todo molestias severas en los tobillos, problemas inflamatorios como la tendinitis, metatarsalgias, fascitis plantar debido a este aplanamiento del arco del pie y problemas de la piel como los talones agrietados debido a la presión y la mala circulación de la sangre y durezas por no tener un calzado adecuado adaptado a este sobrepeso.

Los talones son una zona que sufren especialmente en estos casos, pues asumen gran parte del exceso corporal. Esto puede acabar en una deformación ósea conocida como espolón calcáreo, que es un recrecimiento hueso del talón que tiene forma de lanza y que puede producirse por la inflamación de la fascia plantar debido a microrroturas generadas por esta sobrecarga.