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Durezas en los pies: qué son y por qué aparecen

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Llamamos popularmente durezas a lo que técnicamente los especialistas conocemos como «hiperqueratosis». Las durezas son muy reconocibles por su aspecto y textura, ya que presentan un color amarillento y cierta rugosidad de la piel debido a la acumulación de células muertas en esa capa externa. Se caracterizan por tener los bordes poco definidos, forma redondeada u ovalada y, como su propio nombre indica, por endurecerse a medida que pasa el tiempo.

Las durezas son muy frecuentes en todo tipo de pies, aunque ciertos hábitos facilitan su aparición. Por ejemplo el uso de tacones o calzado inadecuado o demasiado ajustado para caminar es una de las causas más comunes, pero también los pies más huesudos y con menos grasa son más propensos a sufrirlas. Normalmente las durezas aparecen como consecuencia de dos factores: la fricción y la presión. Así, los deportistas también son un colectivo con facilidad para desarrollar durezas, especialmente si no utilizan calcetines técnicos o éstos les provocan arrugas. Si acostumbramos a caminar descalzos en casa sobre una superficie dura, es posible que con el tiempo también las suframos.

Pero, ¿por qué aparecen las durezas? En realidad, es un mecanismo de defensa de nuestro propio organismo en zonas sensibles. Por explicarlo coloquialmente, el cuerpo genera estas capas de piel muerta antes de que la piel “buena” sufra otro tipo de lesiones como las ampollas. Así, se produce un engrosamiento de células muertas que sirven como protección al propio pie.

Si bien podemos sufrir durezas en todas las partes del cuerpo, prácticamente la totalidad de ellas aparecen en el pie, especialmente en las zonas de contacto del pie con el suelo: el talón, la zona del mediopie o metatarsial y los dedos. También pueden aparecer en otras partes del pie en personas con una pisada pronadora o supinadora pronunciada.

¿Las durezas son problemáticas? En la mayoría de los casos las durezas no deben ser motivo de preocupación, pero puede ocurrir que estas lesiones se compliquen hasta el punto de necesitar un tratamiento médico. Si se percibe dolor, enrojecimiento, se infectan o supuran, es imprescindible acudir a un podólogo.

El tratamiento de las durezas varía en función de la causa que las provoca. En primer lugar, es necesario un exhaustivo examen de los pies para evaluar la sensibilidad en diferentes zonas mediante presión. También un análisis biomecánico para comprobar el modo de caminar del paciente y, por último, un estudio de los hábitos de vida del afectado: su rutina en el cuidado de los pies, el tipo de calzado que usa, cuánto tiempo camina, corre o está de pie, qué calcetines utiliza, etc.

Así, como conclusión podemos afirmar que, a menos que presente complicaciones, una dureza no es un problema especialmente grave y además es muy frecuente en todo tipo de pies.

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