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Por qué debemos limitar el uso de las chanclas piscineras

En verano es muy frecuente el uso de las llamadas chanclas piscineras durante muchas horas. No solo para bajar a la playa o a la piscina, sino también para caminar en casa o incluso por la calle. Si bien es el tipo de calzado más fresquito para la temporada estival, su diseño y estructura no son los ideales para la salud de nuestros pies. Y es que en muchas ocasiones el uso de chanclas está directamente relacionado con la aparición de lesiones o molestias en nuestros pies. Te explicamos los motivos.

En primer lugar al presentar una estructura completamente plana -o casi plana-, las chanclas no ofrecen el soporte necesario para el arco plantar. Si tan solo fuéramos a caminar unos metros con ellas, no habría mayor inconveniente, pero con frecuencia cuando bajamos a la playa con estas chanclas terminamos caminando un buen rato. Y eso ya sí es un problema por el riesgo de sufrir tendinitis. La tendinitis es una de las lesiones más comunes asociadas al uso de chanclas. Esta patología aparece porque los tejidos fibrosos que rodean a una articulación se inflaman e irritan, provocándonos dolor y molestias.

El talón es otra de las partes que más sufre con el uso prolongado de chanclas. La falta de amortiguación en esta zona tan crítica para nuestros pies dificulta la absorción del impacto, es decir, el momento del aterrizaje de nuestro pie en la zancada. Las chanclas piscineras suelen llevar espumas de muy baja calidad, materiales que pierden sus propiedades con facilidad, perjudicando las principales zonas de apoyo como son los talones. Así, la fascitis plantar puede aparecer como consecuencia de la insuficiente protección del calzado, lo que genera a nuestro arco plantar más estrés del que puede soportar.

Otra de las desventajas del uso de las chanclas piscineras es su inestabilidad. La mayoría de ellas presentan una simple suela y una estructura mínima en forma de V mediante dos tiras que pasa por encima de nuestro pie; nada más. Por tanto, nuestro pie no cuenta con protecciones ni mecanismos que lo estabilicen. Así, el riesgo de sufrir esguinces aumenta. Es el caso contrario a lo que ocurre con las botas de senderismo, cuya estructura incluso se alarga por encima del tobillo para evitar torceduras o apoyos inestables. Además, las chanclas están pensadas para superficies totalmente planas, por lo que usarlas por ejemplo en playas naturales, donde suele haber senderos de tierra en mal estado, con piedras y raíces, es realmente arriesgarse mucho.

Por último encontramos el propio riesgo de llevar el pie al descubierto y sufrir golpes en la parte de los dedos, cortes por clavarnos algún cristal sin querer o incluso la picadura de algunos insectos.

Por todos estos motivos, se recomienda hacer un uso muy básico de las chanclas de verano, por ejemplo para bajar a la piscina de la urbanización o acudir a la playa siempre y cuando estemos muy cerca de ella, el camino sea llano y esté en buenas condiciones. Por supuesto, se desaconseja su uso para realizar caminos más largos, salir a pasear por la ciudad, hacer deporte o a determinadas personas cuyo riesgo es superior: las que presentan pies planos, pisada inestable o sufren sobrepeso.

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