Llegan los meses más fríos del año y muchos de nosotros notamos que los pies se nos “congelan”. Esta bajada de temperatura en los pies es una reacción lógica de nuestro organismo durante el invierno, ya que cuando el cuerpo se expone a ambientes más fríos los vasos sanguíneos de las extremidades (manos y pies) se contraen, y esta contracción reduce el flujo de sangre a estas zonas; por tanto los pies pierden calor y de ahí que se queden fríos.

Si la reducción de este flujo sanguíneo es regular en el tiempo, los tejidos pueden dañarse debido a una insuficiencia de oxígeno, lo que puede provocar un color amoratado o azulado en nuestra piel. Si notamos los pies fríos solo en invierno o en ambientes especialmente fríos, lo lógico es que no exista ningún problema grave y el cuerpo vuelva a la normalidad a medida que se caliente. Pero si esta sensación es persistente, debemos prestarle especial atención, como veremos más adelante.

El estrés y la ansiedad, factores clave

Con la vida tan ajetreada y exigente a la que asistimos en la actualidad (trabajo, compromisos sociales, familiares, entrenamientos deportivos, etc.) no es difícil padecer cierto estrés o ansiedad. De hecho, en muchas ocasiones, aunque no seamos conscientes de ello, sufrimos estos problemas, y ambos son causas de los pies fríos, ya que una de las respuestas naturales del cuerpo al nerviosismo es generar adrenalina al torrente sanguíneo.

Y es que, a medida que nuestro cuerpo genera adrenalina los vasos sanguíneos periféricos se contraen y, por tanto, como hemos comentado ya, el flujo de sangre a las áreas más alejadas de los órganos vitales disminuye.

Problemas de circulación y enfermedades

Una de las causas más frecuentes de las personas que padecen de pies fríos son los problemas de circulación. La vida sedentaria provoca estos “atascos” de la sangre en nuestro organismo, pero también ocurre que personas activas pasen demasiadas horas sentadas en un escritorio y con las piernas paradas, lo que redunda en pies fríos. Por eso es aconsejable cada 50 o 60 minutos levantarse de la silla y caminar durante 3 o 4 minutos.

Los malos hábitos de vida (tabaco, alcohol, etc.) o el colesterol alto son otros dos factores que evitan la correcta circulación sanguínea. El colesterol puede provocar la formación de pequeños tapones en el interior de las arterias, un obstáculo que dificulta a la sangre alcanzar todos los puntos de nuestro cuerpo.

Y por supuesto, en los casos más graves, las afecciones cardíacas también pueden ser la causa de padecer pies fríos, por lo que una persona con antecedentes familiares o alto riesgo cardíaco debe consultar con su médico frecuentemente.

Pueden existir otros factores que sean los causantes de los pies fríos. Por ejemplo las personas que sufren anemia también padecen con frecuencia este problema, ya que el número de glóbulos rojos es más bajo del requerido por el cuerpo y eso provoca una insuficiencia en el torrente sanguíneo.

Un caso similar ocurre con las personas que padecen diabetes, ya que los niveles altos de azúcar en sangre provocan estrechamiento de las arterias y una reducción del suministro de sangre a los tejidos, lo que redunda en pies fríos.

Posibles soluciones

El tratamiento más simple y eficaz para evitar los pies fríos es el movimiento. Así de sencillo y fácil. Realizar ejercicio a diario y evitar pasar demasiadas horas seguidas en la misma posición es el mejor remedio.

También el uso de calcetines con propiedades aislantes y un calzado que evite la entrada de aire frío o agua. Si vamos a viajar a lugares especialmente húmedos o fríos, como zonas de montaña o campo, es importante contar con unos calcetines que nos protejan de las bajas temperaturas y de un calzado con membrana impermeable.

Por último, si eres de las personas que sufre pies fríos a última hora del día, cuando te sientas en el sofá y te relajas, te recomendamos pequeños baños de agua tibia para tus pies. Con 10 o 15 minutos puede ser suficiente para aliviar la tensión, relajar los músculos de los pies y recuperar la temperatura adecuada.